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En agosto he cruzado por primera vez el Atlántico y el Trópico de Capricornio. Tras una semana deliciosa con
Lucía en Reñaca, con paseos por Con Con, Valparaíso, Viña del Mar, Santiago, Isla Negra... me fui al norte con Patricia y Mario: Atacama (el Valle de la Luna, los géiseres del Tatio, el volcán Láscar, la mina de Chuquicamata, Chug Chug, Chiu Chiu...), Antofagasta, Calama, La Serena, Coquimbo, el Valle del Elqui....
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Desiertos de sal, minas de cobre, paisajes a veces desoladores pero llenos de belleza, y extraños animales y plantas que hasta ahora sólo había visto en libros y documentales: llamas, guanacos, vicuñas, vizcachas, chungungos, cojinoas, pingüinos de Humboldt, copaos, cardones; o familiares pero difíciles de reconocer bajo nombres como zapallo o poroto.
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La gente en Chile es simpática y da muestras de generosa amabilidad; hacen que todo sea más fácil y da la sensación de que se cuidan los unos a los otros.
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Otras razones para visitarlos son el pisco
sour, la sopa de mariscos, las machas a la parmesana, y cualquier pescado que os ofrezcan junto al Pacífico, a la vista de lobos marinos, pelícanos y cormoranes.